Rusia recluta a adolescentes para la guerra a través de un videojuego educativo

En un movimiento que ha captado la atención internacional, Rusia ha revelado lo que describe como "la mayor fábrica secreta de drones de combate del planeta", ubicada en Alabuga, Tartaristán. Lo más sorprendente no es solo la escala de la operación, sino que la mayoría de los trabajadores son adolescentes. Este descubrimiento forma parte de una investigación exhaustiva que expone cómo, bajo la apariencia de una plataforma educativa y de entretenimiento llamada Berloga ("Guarida del oso"), Rusia ha estado reclutando a cientos de miles de escolares en un programa de formación técnico-militar centrado en drones.
Berloga, aprobado personalmente por Vladimir Putin, utiliza una narrativa infantil donde "osos inteligentes" defienden a las "abejas" de amenazas externas, una alegoría poco disimulada de la situación entre Rusia y Ucrania. A través de este juego, los niños son introducidos en un camino que va desde niveles básicos hasta la participación en competiciones y el ensamblaje real de drones, preparándolos para roles en el complejo militar-industrial ruso, todo mientras se les instruye para no mencionar su uso en la guerra.
Este programa no está aislado. Forma parte de una red educativa más amplia, incluyendo clubes tecnológicos y plataformas de seguimiento estudiantil, donde los participantes trabajan en soluciones a problemas tecnológicos que, con frecuencia, tienen aplicaciones militares. Los estudiantes más destacados son recompensados con beneficios académicos y oportunidades laborales en empresas de defensa, donde desarrollan tecnologías que van desde la navegación de drones hasta sistemas de detección automatizada.
La implicación de estos adolescentes va más allá del diseño y la programación; algunos participan directamente en el entrenamiento de soldados y el montaje de drones para uso en el frente. Este enfoque ha levantado preocupaciones sobre la moralidad y legalidad de utilizar a menores en conflictos armados, violando tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño.
Mientras Rusia justifica estos programas bajo el pretexto de la "soberanía tecnológica", críticos argumentan que se trata de un adoctrinamiento militar desde la infancia, preparando a una generación para ver la tecnología a través del prisma de la guerra. Lo que comienza como un juego inocente podría terminar definiendo el futuro de estos jóvenes, no como innovadores civiles, sino como operarios en una maquinaria de guerra cada vez más dependiente de la tecnología.